La red vial argentina, diseñada en el siglo pasado para vehículos y volúmenes de tránsito muy diferentes a los actuales, enfrenta un alarmante deterioro. Esto se ha convertido en un obstáculo tanto para el transporte como para el desarrollo económico.
Un ejemplo es el trayecto entre Buenos Aires y Mendoza, donde rutas como la 188 y la 7 presentan condiciones peligrosas: pavimentos con baches, banquinas en mal estado y proyectos de ampliación inconclusos. Las quejas también se extienden a corredores clave como la RN3, RN8 y RN14, entre otras, que sufren deterioro progresivo.
El 70% de las rutas evaluadas por Fadeeac presenta condiciones deficientes, según un relevamiento que abarca 26.000 kilómetros. Esto incluye problemas como asfaltos deformados, mala demarcación y banquinas peligrosas. La falta de mantenimiento ha generado riesgos para la seguridad vial y mayores costos operativos para transportistas.
Durante años, las políticas fluctuaron entre privatizaciones y estatizaciones, sin alcanzar un modelo sostenible. Ahora, se debate sobre atraer inversiones privadas, inspirado en modelos de países vecinos como Chile. Sin embargo, este enfoque enfrenta desafíos, como la elevada tasa de riesgo país que limita la llegada de capital extranjero.
Los próximos meses podrían ser clave con la licitación de corredores como las rutas 12 y 14, además de proyectos provinciales como los planes en Neuquén y Río Negro, que buscan alternativas de financiamiento mediante bonos en el mercado de capitales.
En el mientras tanto, el deterioro de las rutas continúa siendo un escollo para el desarrollo económico, la seguridad vial y la competitividad logística del país.